martes, 24 de octubre de 2017

La deuda pública provocará la nueva crisis mundial. ¿Cuándo estallará?



Pasados unos años, los expertos empiezan a coincidir en que la crisis iniciada en 2008 estuvo provocada por el exceso de liquidez en el mercado que desembocó en la crisis subprime norteamericana, en la abultada deuda de los particulares en el mundo occidental o en la crisis hipotecaria en España, por poner unos ejemplos. ¿Y cómo se les ocurrió a los políticos solucionar la crisis? Pues poniendo otra taza de caldo sobre la mesa; endeudándonos mucho más con un aumento de la deuda pública.

Lamentablemente, se les ha ido de las manos. ¿Sabe que cada español adeuda 23.836 euros por obra y gracia del Estado? La cifra claro está, sale de dividir los más de 1,1 billones de euros que deben nuestros organismos públicos por el número de ciudadanos que viven en nuestro país. Porque, no se equivoquen, ese dinero no lo debe un ente desconocido con el cual no tenemos nada que ver. No, ese dinero lo debemos los españoles y pronto o tarde habrá que devolverlo.


Pero no somos un caso extraño y aislado: es difícil encontrar un país en el mundo en el que no se haya disparado de forma obscena la deuda pública. En Europa, los irlandeses deben 42.457 euros por persona, los belgas 39.053 euros, los italianos 36.560, los austriacos 34.030, los franceses 32.166 y los suizos 30.263 euros. Si observamos la deuda a nivel mundial, Japón gana por goleada ya que sus 127 millones de habitantes deben, cada uno, 78.324 euros. Les siguen los estadounidenses con 51.882, los canadienses con 32.792 y los australianos con 17.927 euros. ¿Creen que cualquiera de estos países va a poder pagar algún día esta deuda? Lo dudo.


Pongamos el ejemplo de España que nos para más cerca. En las últimas décadas, el Estado sólo ha obtenido cuatro años superávit. Fue en los últimos años del gobierno de Aznar y en los primeros de Zapatero y las cantidades fueron, más bien, modestas. En 2016, tras varios años de rebajas y recortes, el déficit ha llegado al 4,6% del PIB. Supongamos que las cosas nos van mejor y que a partir de 2018 logramos un superávit del 1% del PIB, que es mucho suponer. Pues bien, manteniendo ese superávit año tras año, para el año 2120 habríamos liquidado nuestra deuda. Sinceramente, lo veo complicado. Y lo mismo, o peor, les ocurre a los demás países que hemos nombrado.

¿Usted le prestaría (mucho) dinero a un amigo si sabe que gana 50.000 euros anuales y debe 200.000? Yo, sinceramente, no. Y menos aun sabiendo que me devolverá menos dinero del que le he prestado. Si es que me lo devuelve. ¿Por qué continúan entonces los inversores comprando deuda pública de países super endeudados y con una rentabilidad, en la mayoría de los casos, negativa? Pues por el problema al que nos referíamos al principio: por el exceso de liquidez. Los grandes inversores no pueden tener el dinero parado; lo tienen que invertir donde sea, aunque con ello pierdan dinero. Una empresa, un banco, puede quebrar. Cualquier Estado de los que hemos nombrado antes, no, porque tienen detrás a los bancos centrales que con poner en marcha la maquinita de hacer dinero, es suficiente.


¿Cuándo dejarán de comprar deuda pública a pérdidas? Pues cuando lo puedan hacer en otros activos sacando beneficios. En ese momento, la deuda pública tendrá que aumentar los intereses para conseguir que sea atractiva y que la continúen comprando. Si con intereses a cero o en negativo, la deuda de los países ha crecido exponencialmente (recordemos que en España en 2008 la deuda era un tercio la de ahora), ¿qué pasará cuando tengan que pagar un 4, un 5 o un 6% por colocar sus letras, bonos u obligaciones? Llegará un momento en que no podrán devolver el dinero y suspenderán los pagos. Si todas estas potencias suspenden pagos, ¿imaginan cómo será la crisis resultante?  

Es difícil poner una fecha a este estallido de la burbuja de la deuda. Vivimos en una gran mentira que se está alargando mucho en el tiempo. Pero no creo que los grandes inversores quieran continuar mucho tiempo prestando su dinero sin intereses. Mucho me temo que el estallido se acerca.



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