miércoles, 25 de noviembre de 2015

Por qué a la izquierda española le gustaría vivir en Dinamarca y a mí no



Lo habrán escuchado centenares de veces y ahora que se acercan las elecciones generales, seguro que nos lo repetirán hasta la saciedad: los países nórdicos son un paraíso y su Estado del Bienestar, un ejemplo a seguir. El economista Juan Ramón Rallo ha publicado un artículo en el que explica ese “idílico” modelo, con sus ventajas e inconvenientes. Para no extendernos, tomaremos a Dinamarca como ejemplo e intentaremos averiguar qué hay de cierto en todo ello.
   
Este pequeño país nórdico es, en muchos sentidos, envidiable. Su renta per cápita es un 30% superior a la española, goza de pleno empleo, la corrupción es la más baja del planeta y sus ciudadanos figuran, según las encuestas, entre los más felices del mundo.


Pero también tienen problemas. Y esos no se los contarán nuestros políticos de izquierdas  que tanto abogan por conseguir que nos parezcamos a ellos. En muy poco tiempo la economía danesa ha experimentado una significativa pérdida de competitividad y su productividad ya es un 20% inferior a la de Estados Unidos y un 10% menor que la de sus vecinos alemanes y suecos.

Su sistema educativo está en entredicho, ya que los resultados de los estudiantes de primaria y secundaria en los famosos informes PISA (esos en los que España encabeza la clasificación si le damos la vuelta al folio) son mediocres. Además, el acelerado envejecimiento de la población, al igual que en el resto de Europa occidental, pone en peligro la sostenibilidad futura de su Estado del Bienestar.  

Aunque su tasa de paro se sitúa en un asombroso (al menos para los españoles) 5%, un 22% de la población en edad de trabajar recibe subsidios estatales. De una población total de 5.591.000 habitantes, casi dos millones y medio de daneses obtienen la mitad de sus ingresos del Estado. Los impuestos absorben alrededor de un 70% de los ingresos medios de un trabajador. No es de extrañar que 200.000 daneses hayan emigrado en los últimos años a causa de una fiscalidad que es la más alta del mundo. Y es que necesitan recaudar mucho ya que el gasto público representa nada menos que el 57% del PIB.

Y la cosa no acaba ahí. Nuestra progresía tampoco le contará que en Dinamarca no existe el salario mínimo interprofesional; que la indemnización por despido es mínima; que los empresarios no pagan cuotas sociales; que la negociación colectiva está completamente descentralizada y que se toman acuerdos empresa por empresa; que los copagos están generalizados en la sanidad; que la educación está subvencionada por el Estado a base de cheques para que cada padre elija a qué colegio llevar a sus hijos, sea público o no; que el impuesto sobre la Renta es elevadísimo en cualquiera de los tramos que se tome como referencia, siendo el tipo marginal del 56% y que la fiscalidad sobre el consumo (IVA e impuestos especiales) que en España supone al 14% de media, en Dinamarca llega al 30,9%, justo lo contrario de lo que piensa la izquierda española cuando considera que los impuestos indirectos son reaccionarios porque no discriminan en función de los ingresos.   
 

¿Y qué hay de su famoso gasto social? Pues que es verdaderamente elevado, mucho más que el español. Pero debemos tener en cuenta algunas consideraciones. La primera es que su renta per cápita es superior, por lo que la cuantía absoluta también será superior. La segunda es la distribución del gasto social: mientras en España destinamos un 3% del PIB a prestaciones por desempleo, en Dinamarca apenas se destina el 1%, lo que les deja unos recursos maravillosos que destinar a prestaciones por discapacidad y ayuda familiar, las dos partidas donde nos ganan por goleada: 3,2% contra 6;5%

Y la tercera quizá sea la que esconde la principal trampa del gasto social: que se trata de cifras brutas. Y con esto me refiero a que en Dinamarca, la inmensa mayoría de las ayudas sociales están sometidas a tributación directa, es decir, IRPF y cotizaciones sociales, además de diversos copagos. Si en España el gobierno recupera en impuestos directos y copagos el 5% de las ayudas sociales que entrega, en Dinamarca recobran el 15%. Reciben más ayudas pero tienen que devolver más dinero al Estado vía impuestos. Si a esto le unimos que pagan un 17% más que nosotros a base de impuestos indirectos, la diferencia se reduce considerablemente.

Pongamos un ejemplo. Imaginemos que el gobierno español incrementa la pensión media de 1.000 a 1.500 euros mensuales, ¡un 50% nada menos! Pero al mismo tiempo aprueba una subida en el impuesto sobre la renta de este colectivo,  a la vez que elimina los tipos reducidos y superreducidos del IVA, sube sustancialmente el tipo general, crea nuevos impuestos especiales e incrementa los ya existentes, todo ello equivalente a 500 euros mensuales. Efectivamente, el gasto público en pensiones crecerá un 50%, pero los pensionistas continuarán disponiendo de 1.000 euros mensuales igual que ahora.


Estos son los motivos por los que la izquierda patria quiere que España se asemeje a Dinamarca. Quieren que paguemos más impuestos para después ellos distribuirlos arbitrariamente entre la población, cual señor feudal,  según como vayan en cada momento sus expectativas electorales.

¿Quieren que el Estado administre su dinero hasta el último céntimo o hacerlo usted mismo según le convenga?  Creo que ya somos bastante mayorcitos para que continúen amamantándonos.   

martes, 3 de noviembre de 2015

Calendario laboral oficial España 2016; ¡que vivan los macropuentes!



Mariano Rajoy, en su discurso de investidura (y ya hace cuatro años de esto), afirmó: “racionalizaremos el calendario laboral para hacer compatibles los derechos de los trabajadores con la competitividad de las empresas. En concreto, abordaremos los costes que para nuestra economía suponen los puentes, de manera que se trasladarán las fiestas al lunes más cercano, con la excepción de aquellas fechas de mayor arraigo social”. Es decir, Navidad, Año Nuevo, Primero de Mayo y 12 de Octubre.

La patronal CEOE propuso que 10 de los 14 festivos anuales se podían trasladar a lunes sin mayores complicaciones e incluso se llegó a firmar un documento con los sindicatos el 9 de enero de 2012 que apuntaba que, de inmediato, el 15 de agosto, el 1 de noviembre y el 6 de diciembre podían cambiar el festivo a lunes. Estamos a principios de noviembre de 2015 y con el calendario laboral oficial de 2016 en las manos podemos afirmar que al gobierno de Rajoy, a la CEOE y a los sindicatos les importa un carajo la competitividad de las empresas españolas. Así nos va.

El calendario laboral de 2016 tendrá ocho fiestas nacionales comunes a toda España: 1 de enero (Año Nuevo), 6 de enero (Epifanía del Señor), 25 de marzo (Viernes Santo), 15 de agosto (Asunción de la Virgen), 12 de octubre (Fiesta Nacional de España), 1 de noviembre (Todos los Santos), 6 de diciembre (Día de la Constitución) y 8 de diciembre (La Inmaculada Concepción).


De los días festivos habituales, se caen el 1 de mayo (Fiesta del Trabajo) y el 25 de diciembre (Natividad del Señor) por caer en domingo, si bien en muchas comunidades será festivo el lunes siguiente. El 2 de mayo será fiesta en Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, Castilla y León, Extremadura y Madrid y el 26 de diciembre será festivo en todas las regiones menos en Canarias, Galicia, País Vasco y La Rioja. 

Además, el 24 de marzo (Jueves Santo) será festivo en todas las comunidades autónomas excepto Cataluña, el 19 de marzo (San José) tendrán fiesta en la Comunidad Valenciana y Murcia y el 25 de julio (Santiago Apóstol) sólo será festivo en Galicia, Madrid, Navarra, País Vasco y La Rioja. 

Por supuesto, a todas estas fechas habrá que añadir los días festivos particulares de cada comunidad autónoma y los dos días festivos de cada localidad. Una auténtica “Torre de Babel” en cuanto a días festivos. No vean como agradecen estos detalles las empresas extranjeras que tienen relaciones comerciales con las españolas.


Analizando un poco este calendario, podemos ver varios días bastante propicios para “construir” un puente. Así, el 6 de enero cae en miércoles y como el día anterior se celebran en todas las ciudades españolas las cabalgatas de los Reyes Magos, tampoco sería de extrañar que esa semana las empresas abriesen sus puertas el jueves. Incluso habrá alguna que esperará al lunes siguiente para empezar a trabajar.

Otra fecha propicia será el 12 de octubre, que en 2016 cae en miércoles. ¿Qué hacemos aquí? ¿Nos cogemos lunes y martes o jueves y viernes? O peor aún, ¿paramos las empresas el martes para volver a arrancar el jueves con los gastos que ello comporta? Además, y hablando como trabajador, no sé a ustedes, pero a mi tener un día festivo suelto a mitad de semana me sirve de bien poco.

Nos desplazamos a noviembre y encontramos que el 1 de noviembre cae en martes. Indudablemente, la mayoría de las empresas estarán cerradas ese lunes y yo me pregunto, ¿les importará mucho a nuestros queridos difuntos que “su” fiesta se traslade a lunes?

Y la traca final llega en diciembre. El día 6 cae en martes y el 8 en jueves. Aunque más de una empresa echará mano de la lógica y trasladará la fiesta del 8 al lunes 5, no hace falta que les diga lo que pasará en la mayoría de nuestro país: ¡9 días de acueducto! O si no, a poner en marcha y parar todos los días la maquinaria.

Está claro que muchas empresas adaptan el calendario laboral anual a lo que dicta su convenio y si al año se tienen que trabajar X horas, pues X días quedan libres y se pueden aprovechar para realizar estos puentes sin suponer ningún quebranto. También existe la posibilidad de acortar las vacaciones de verano y usar esos días para estos menesteres. Pero también es cierto que otras muchas empresas, debido a  su actividad o a otras circunstancias, se  tienen que ceñir escrupulosamente a los calendarios oficiales. En estos casos, tanto los empresarios como los trabajadores pierden. Y no son pocas estas empresas.


¿Por qué Mariano Rajoy no ha modificado el calendario laboral tal y como prometió? Lo desconozco, pero me huele que, fiel a su filosofía de ponerse de perfil y dejar pasar el tiempo para que se solucionen los problemas por si solos, no habrá querido enemistarse con patronales, sindicatos, iglesia o ayuntamientos “quitándoles” su día festivo preferido. Ya sabemos que en España, hagas lo que hagas, siempre hay alguien que se siente ofendido.

Con quien no hubiese ocurrido todo esto es con nuestro anterior Presidente, Zapatero. A éste le encantaban estas cosas y estoy seguro de que no hubiese dudado ni un minuto en lanzar una propuesta como esta, una densísima cortina de humo, para que los españoles nos hubiésemos distraído discutiendo mientras él continuaba con su deplorable mandato. Recuerden sino las polémicas del tabaco en los bares o el cambio de velocidad máxima a 110 km/h. El “toros y fútbol” de toda la vida.