jueves, 3 de septiembre de 2009

Mentirosos climáticos

“El embuste tiene las piernas muy cortas”; “Se coge primero a un mentiroso que a un cojo”; “Nada es verdad ni mentira, todo es del color del cristal con que se mira”... la cultura popular española es muy extensa... y muy sabia. Hay refranes, dichos y frases célebres para cada momento y para cada ocasión.
Para los casos que nos ocupan hoy, le vienen al dedo las dos primeras frases; porque hoy vamos a tratar de mentirosos disfrazados de activistas medioambientales.

El primer caso data del año 2007 y se dio en el pequeño pueblecito francés de Abondance, en la provincia alpina de la Alta Saboya, muy cerca de la frontera con Suiza.
El alcalde, Serge Cettour-Meunier, echó el cierre a la estación de esquí local arguyendo que, por culpa del cambio climático, era imposible la práctica del esquí y de otros deportes de invierno que necesitan del blanco elemento.
Rápidamente, todos los medios de comunicación mundiales se hicieron eco de la noticia. Por ejemplo, el New York Times titulaba "No será la última", el Times de Londres anunciaba “Primera víctima” y La Repubblica titulaba sentencioso: "Adiós para siempre al esquí, cierra el pueblo de la nieve".
Por supuesto, fueron abundantes los grupos ecologistas que se unieron a la cruzada y que pusieron el grito en el cielo. El “Apocalipsis” estaba al caer.
Sin embargo, los que realmente sufrieron esta “Apocalipsis” fueron los habitantes de este pueblo. Cerrada la estación de esquí, sus ingresos disminuyeron un 50%. La debacle turística fue la puntilla para el alcalde. En 2008 una agrupación de vecinos del pueblo liderados por el medallista olímpico Didier Bouvet presentó una candidatura alternativa que se hizo con la victoria en las elecciones municipales.
Ahora, dos años después se sabe la verdad: La causa del cierre no fue ni el cambio climático ni la falta de nieve, sino algo mucho más prosaico e inconfesable: la falta de dinero para mantener las instalaciones. Para la temporada 2007-2008 el ayuntamiento, titular de la estación, debía emprender una serie de reformas en las pistas y los remontes que no podía atender por falta de fondos. Al alcalde (que podría figurar en nuestra sección del Tonto del Mes), antes que reconocer el agujero de las arcas municipales, no se le ocurrió otra que cerrar las pistas achacándolo al cambio climático, con lo que agravó el problema económico y provocó su salida precipitada del ayuntamiento.
Con el nuevo alcalde, Paul Girard-Despraulex, han llegado a un acuerdo con una consultora norteamericana que se ha hecho cargo de la estación y han anunciado su puesta en marcha este mismo invierno, todo ello, por supuesto, sin que haya nevado de forma desmesurada.
La noticia de la reapertura sólo la encontrarán en los periódicos regionales. Ni los grandes medios ni, por descontado, los grupos ecologistas harán mención de la buena nueva para los habitantes de Abondance, que no para ellos.

El segundo caso es el del director ejecutivo de Greenpeace, Gerd Leipold. En una entrevista en la BBC el pasado 5 de agosto, ante las preguntas del periodista Stephen Sackur, tuvo que reconocer que no se creía uno de sus habituales comunicados alarmistas, en concreto uno publicado el pasado 15 de julio con el título "Es necesaria una acción urgente, el Ártico se funde".
Leipold tuvo que admitir la mentira de su organización cuando el entrevistador puso los datos sobre la mesa: "La capa de hielo del Ártico tiene 1'6 millones de kilómetros cuadrados, un grosor de tres kilómetros en el centro y está ahí desde hace centenares de miles de años, sobreviviendo a periodos mucho más cálidos que el actual o que los que puedan venir en los próximos años, no veo como puede desaparecer".

Frente a estos argumentos el directo ejecutivo de Greenpeace defendió que como "grupo de presión" tienen derecho a plantear determinadas cuestiones "en un plano emocional", algo "de lo que no nos avergonzamos", ya que es necesario para alterar la forma de pensar de la opinión pública (no dijo que en su propio beneficio, pero se supone). Sin embargo, finalmente tuvo que admitir que "no cree" que el hielo del Ártico esté completamente derretido en el año 2030 y que se ha debido producir "algún error".

No es el primer directivo de Greenpeace que reconoce la mentira: el antiguo dirigente de la organización, Bjorn Lomborg (hoy en día la persona más odiada del mundo de la ecología) ya renunció a su cargo al alejarse Greenpeace de sus creencias fundacionales.

Algún día se darán cuenta de que con mentiras y exageraciones lo único que se consigue es amedrentar a la población. Pero sólo momentáneamente, porque en cuanto se den cuenta de la falsedad, recuperar su confianza no será cuestión de años, sino de décadas. El daño que nos están haciendo estos ecologistas sensacionalistas puede ser irreparable.

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