lunes, 11 de mayo de 2009

La vergüenza de las ayudas agrícolas de la UE (PAC)

En épocas de crisis económica, tanto los particulares como los gobiernos tienen tendencia a fomentar las políticas proteccionistas. Muchos se echan las manos a la cabeza y las califican de pueblerinas y anticuadas, puesto que en un mundo tan globalizado como el actual, este tipo de políticas que frenan el comercio internacional están abocadas al fracaso y, en caso de poderse llevar a cabo, lo único que conseguirían sería entorpecer la recuperación a la crisis que, según algunos, se atisba en un futuro no muy lejano.
Entre todos estos críticos al proteccionismo se encuentran la practica totalidad de los políticos europeos. ¿Y si les dijese que todos ellos son unos hipócritas y unos mentirosos? No, no me he vuelto loco. Me explico.

Desde que la Comunidad Económica Europea existe como tal, una parte considerable del presupuesto se ha dedicado a subvencionar la agricultura; las famosas subvenciones de la Política Agraria Común (PAC). Pero no crean que son cuatro euros de nada, no. En el año 2008, casi la mitad del presupuesto de la UE fue a parar a la PAC: ¡55.000 millones de euros! Podría resultar comprensible si la agricultura supusiese la mitad del PIB europeo, pero eso, como ustedes bien saben, no es así. La agricultura supone una parte ínfima de la economía europea y, en cambio, se lleva la mitad del presupuesto.
¿Por qué se subvenciona de tal manera la agricultura? Indudablemente, es un sector estratégico. Las materias primas siempre lo son y en el caso de la alimentación, mucho más. Sin embargo, en Europa, su producción resulta claramente deficitaria. Los costes son muy elevados y, por ello, la UE las subvenciona para que puedan competir en precio con los alimentos que llegan de fuera, de otros continentes.

Lo que en un principio podría parecer lógico, resulta tener tres consecuencias, a cual más perversa. Por una parte, la UE se gasta el dinero de los contribuyentes en algo que no es rentable, dejando de lado otras actuaciones mucho más necesarias como las infraestructuras, las telecomunicaciones o la política industrial.
Por otra, con las subvenciones consiguen rebajar el precio de los alimentos, logrando que otros países (castigados además por elevados aranceles) no puedan vender aquí. Y esos otros países, generalmente, son países poco desarrollados que tienen en la agricultura su única tabla de salvación para poder equilibrar su balanza exterior e ir saliendo, poco a poco, de la pobreza. Eso si, luego los inundamos con ayuda humanitaria que, por regla general, va a parar a los bolsillos de sus corruptos mandatarios.
Y como tercera consecuencia, está el precio. Si compramos productos foráneos, estamos pagando más de lo que deberíamos al incluir el elevado arancel. Si compramos productos de la UE, estamos pagando lo que nos cuesta el producto y los impuestos para que se puedan pagar las subvenciones.

No voy a inventar nada desde estas páginas; Alemania siempre lo ha hecho muy bien: ¿no sería más fácil comprarles productos agrícolas para venderles luego maquinaria industrial? Las cuentas de la UE quedarían equilibradas, nos evitaríamos enviarles ayuda humanitaria, pagaríamos lo justo por los productos, ellos saldrían del subdesarrollo... en fin, todo ventajas, excepto, claro está, para los que reciben actualmente las ayudas de la PAC.


La pregunta es obvia: ¿quiénes reciben estas ayudas? Hasta ahora era imposible saberlo, pero desde el pasado 30 de abril, los estados están obligados a hacer públicas las listas de los beneficiarios (aunque aun hay países como Alemania que no lo ha hecho).
Hay muchísimos beneficiarios, supongo que tantos como agricultores, pero desde la organización Farmsubsidy.org, que trabaja por la transparencia de las subvenciones de la PAC, han hecho públicas las listas con “los millonarios de la PAC”, es decir, con las 710 empresas que perciben sumas superiores al millón de euros. Pueden consultar la totalidad de ellas en la citada página Web, pero les voy a entresacar algunos nombres que, de seguro, les resultarán “curiosos”: Las empresas de la Duquesa de Alba y sus hijos se llevaron más de dos millones de euros, las de la Reina Isabel de Inglaterra más de medio millón, las de su hijo, el Príncipe Carlos 200.000 y las de Joaquín de Dinamarca 250.000. También perciben ayudas el Duque de Westminster, Mario Conde, los ministros de agricultura de Holanda o Eslovaquia y empresas como Heineken, BASF, Credit Agricole, Nestlé y Philip Morris.

Y lo peor de todo, es que algunas de estas ayudas se conceden por la extensión de las propiedades y no por su producción. O sea, que las tierras pueden estar desérticas, sin ningún árbol y estar cobrando la ayuda.
Y mientras tanto, usted y yo, a pagar, los países del tercer mundo cada día más pobres y la nobleza y los terratenientes europeos más ricos. ¿Comprenden ahora por qué no se quitan estas ayudas?

No hay comentarios: