miércoles, 11 de febrero de 2009

Energía limpia... pero sólo si es cara


Hace un par de semanas se celebró en Davos el anual Foro Económico Mundial. En él, aparte de tratar la acuciante crisis económica, este año tuvo una especial importancia el tema del cambio climático y en cómo profundizar los esfuerzos para controlar este fenómeno en medio de la actual situación económica.
El problema que se les plantea es serio. Mientras la economía iba viento en popa, las inversiones en energía limpia a nivel mundial han aumentado de 30.000 millones de dólares en 2004 hasta 140.000 en 2008, pero, para no alcanzar los niveles de dióxido de carbono que los científicos consideran “insostenibles” y que provocarían, según sus cálculos, un aumento de dos grados centígrados, la economía mundial debería destinar 515.000 millones anuales en la promoción de energía limpia, desde ya y hasta el año 2030.

Los investigadores consideran que los pasos deben encaminarse hacia una serie de sectores emergentes que producen energía limpia a gran escala como son la energía eólica, la solar fotovoltaica, la termosolar, la geotérmica, la obtenida por el reciclaje de deshechos, el etanol y los combustibles derivados de la celulosa y de nueva generación.
Pero, claro, como todo en la vida, las cosas cambian según el color del cristal con que se mire; para los científicos, las energías reseñadas son productoras de energía “a gran escala”, pero la verdad es que, salvo la eólica (y en condiciones favorables) el resto de energías son residuales, están por desarrollar y nos cuestan un ojo de la cara en subvenciones, siendo sus resultados más que discretos.
¿En serio se creen que gobiernos endeudados hasta las cejas y en serio riesgo de quiebra van a cuadruplicar sus aportaciones a este tipo de energías?
Si, puede que tengan toda la razón del mundo en que las energías renovables son el futuro y que los países que más las desarrollen serán los que tendrán mejor porvenir, pero el planeta no está ahora como para gastarse medio billón de dólares anuales durante 20 años para evitar un calentamiento global, que en el mejor de los casos y siguiendo las normas propuestas, apenas se conseguiría retrasar unos años.
Si lo que se quiere es cortar de raíz con el aumento de las emisiones y, de paso, rentabilizar las inversiones produciendo energía “a gran escala”, el único camino es el que ustedes ya saben y que tan mal le sienta a una parte de la sociedad: la energía nuclear. Y ese es el camino que están tomando nuestros socios comunitarios con ejemplos como Francia (cuyo presidente ya piensa en duplicar su ya elevada producción), Gran Bretaña o Suecia (que va a volver, después de 30 años, a edificar centrales nucleares, saltándose una moratoria nuclear aprobada en referéndum en 1979). Mientras tanto, aquí en España, sin ni siquiera preguntar nuestra opinión, se niegan a crear nuevas centrales y producimos energía con instalaciones obsoletas.

Porque... miren, lo de la “energía limpia” es perfecto, pero siempre que se produzca con un método que sea futurista, que esté en estudio y que sea, de momento, poco rentable, porque en el momento que sea rentable... ya no les gusta “a los de siempre”.


Lo explican claramente en el blog “a bordo del Otto Neurath”:
“Ahora, en cambio, cuando la energía eólica es ya en una industria que va llenando nuestros paisajes, los molinos se han convertido en malévolos gigantes contra los que los quijotes de siempre se ven en la obligación de luchar, y se proclama a los cuatro vientos (nunca mejor dicho) las perniciosas consecuencias que esta siembra de aspas nos va a traer.En conclusión: para los ecologistas, una fuente de energía no es buena o mala en función de sus beneficios, costes y riesgos objetivos, sino en función de si se promueve desde el "aparato de poder político-industrial-militar". Ahora lo único bueno es el sol y la energía maremotriz, pero dejemos que se instalen y se regulen como una fuente generalizada y estándar, y ya veremos”.
Dicho queda.

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