martes, 10 de febrero de 2009

El tren de la esperanza argentino


Un auténtico “tren de la esperanza”. Así se puede catalogar esta iniciativa que llevan a cabo un grupo de médicos voluntarios argentinos.
A través de elmundo.es nos enteramos de esta fantástica aventura que protagonizan estos desinteresados trabajadores de la medicina englobados en la fundación ALMA, seis veces al año.

La fundación ALMA data de 1980, cuando un grupo de profesionales y de filántropos rescataron tres vagones de un cementerio de trenes y los habilitaron como consultorio, sala de radiología y dormitorio-comedor de la tripulación. Desde entonces ha realizado más de 150 viajes y atendido a más de 75.000 niños de 0 a 14 años. Seis veces al año, el hospital ambulante se acopla al Belgrano, un ferrocarril de carga, y siguiendo su itinerario visita las provincias del interior de Argentina.

La llegada del tren procedente de Buenos Aires a cada estación de su recorrido es una auténtica fiesta. Las estaciones engalanadas, medio pueblo en la estación e, incluso, alguna pequeña banda de música esperan en el andén la llegada de estos buenos samaritanos. En más de una ocasión, se diría que quien llega en el ferrocarril es algún famoso cantante o la mismísima Selección de Fútbol Argentina.
Apenas se apean del tren, con sus estetoscopios colgados del cuello, empiezan con su labor. Lo primero de todo es obtener datos. La asistente social abre una ficha a todos los niños y a sus familias. En ellas refleja cual fue la última vez que vieron a un médico, si el niño acude a la escuela e, incluso, si sus viviendas disponen de alcantarillado, agua potable o electricidad. A partir de ahí, a pasar consulta.
Los casos son muy variados y, según la región de donde provengan los niños, las enfermedades son comunes. Así, los que vienen del noroeste suelen tener las manos resecas y de color marrón, trabajan con sus mayores en los yacimientos de Salina Grande, una planicie blanca como la nieve, por lo que abundan las infecciones oculares y la ceguera producidas por la reverberación de la superficie.
Los que provienen de la zona agrícola se caracterizan por padecer distrofia farinácea, una variante de desnutrición infantil. Tanto los unos como los otros tienen la dentadura completamente salpicada de caries.
En general, abundan las enfermedades parasitarias y respiratorias pero también se dan casos de niños víctimas de malos tratos, abuso sexual o incesto.
Las jornadas suelen ser largas puesto que arrancan a las 8:30 y no concluyen hasta que el último niño haya salido del consultorio e intensas, ya que hay días en los que el equipo atiende hasta 300 pacientes. La larga espera se ameniza con hojas y lápices de colores que reparte Julio, el jefe de la expedición entre los niños.

Iniciativas como esta nos enternecen y, a la vez, nos asombran. ¿Qué mueve a estos héroes a salir de sus lujosos hospitales bonaerenses para irse a trabajar a zonas pobres sufriendo temperaturas de cuarenta grados?
Esta locura se llama solidaridad y debe ser una droga muy peligrosa, puesto que la mayoría de voluntarios son reincidentes y acuden año tras año a la llamada de la aventura.
Su director, Oscar Algranti comenta que la idea de los fundadores de ALMA era proporcionar el servicio hasta que Argentina saliera de la férrea dictadura y se restableciera la democracia. Pero según reconoce “fuimos demasiado optimistas. Los gobiernos se suceden y nada cambia en el patio trasero de este país”.

Como siempre, si quieren realizar donaciones para que este proyecto continúe desarrollándose, pueden hacerlo en la página de la Fundación ALMA.

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