jueves, 12 de febrero de 2009

Ciervos asesinados, patos martirizados y perros secuestrados

Si pudiésemos oír las opiniones que sobre nosotros tienen los animales, se nos caería la cara de vergüenza. Supongo que deben ser reminiscencias de cuando peleábamos con ellos en la búsqueda del alimento, allá por la edad de piedra, pero no cabe la menor duda de que se nos ha quedado enquistada la sed de venganza hacia cualquier ser vivo que se mueva a cuatro patas o, en algunos casos, a dos.

Todos conocerán las cacerías que se corren nuestro Ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, con el juez estrella de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón. No voy a entrar aquí en la conveniencia o no (ya sea para cenar o para cazar) de que se encuentren estas dos personas en pleno proceso judicial contra personas allegadas al partido competencia del Ministro, o sea, del PP. Solamente recordar la frase aquella que dice que “la mujer del César no sólo tiene que ser casta sino también aparentarlo”.


Mi queja viene dada por la dichosa afición que comparten: la caza (por lo visto, son auténticos amantes de los animales). Seguramente, algunos de ustedes compartan la afición de la caza con estas dos personas y lejos de mi intención está el ofenderles, pero ¿qué gusto le encuentran a gastarse 4.000 euros para participar en una cacería organizada, con una escopeta en la mano, dispuestos a matar a cualquier animal que se cruce en su camino? ¿Refuerza su ego la muerte de esos inocentes ciervos, jabalís, liebres o perdices? Me llamarán ignorante, pero es que a los cazadores no los entiendo.

Hablando de otro tema; nos asombra la confirmación (desde la propia compañía de venta muebles y accesorios IKEA) de la procedencia de las plumas de aves que utilizan para los rellenos de sus edredones y almohadas. Asómbrense: después de exhaustivas investigaciones por parte de la cadena, visitando instalaciones y realizando numerosas entrevistas, han decidido que van a dejar de trabajar con sus habituales proveedores chinos de plumas de aves. El motivo no es otro que el descubrimiento de que en esas granjas están desplumando ¡aves vivas!

Ya sabemos que los precios de las subcontratas en China son muy bajos y que las compañías, al tener que ajustar costes, acuden allí, pero ¿vale todo? ¿no podían haber visitado esas granjas con anterioridad?
Respeto mucho la cultura china, pero tenemos que reconocer que somos diferentes y, lo que aquí nos parece una aberración, allí no pasa de ser un pequeño “desliz”. Pero desplumar a un ave viva para rellenar cojines...
La compañía sueca ya ha dicho que devolverá el dinero a los clientes que hubiesen comprado edredones o almohadas con estas plumas y se sientan “incómodos” por su procedencia. Supongo que todos los que se enteren. Ofrecen devolver el dinero o sustituirlo por otro, pero ¡cuidado! porque IKEA ha dejado de trabajar con esos proveedores, pero está negociando con otras compañías chinas y con sus autoridades para sustituirlas por otras. Parece que aun no han aprendido la lección. Yo me andaría con cuidado con volverlo a comprar en IKEA.

La última noticia, esta vez desde Estados Unidos, concretamente de Nueva York y, aunque parezca anecdótica, no lo es tanto para las personas (y los animales) que la padecen. Se está poniendo de moda el “secuestro Express”, pero, en este caso, en vez de personas los secuestrados son perros de compañía.


Los criminales no tienen límites y consideran a las mascotas material altamente valioso. Los secuestran en plena calle, dentro de los coches o cuando atracan viviendas (junto con el televisor y las joyas se llevan al perro).
No se crean que es broma; a pesar de la dificultad para conocer todos los casos (la gente no suele acudir a la policía), se han contabilizado ya más de 200 casos.
Según la zona donde perpetren el acto criminal, piden un rescate. El mínimo es de mil dólares, pero si la zona es lujosa, pueden ser varios los miles de dólares que se pidan.
Y los propietarios, sobre todo si son ricos, abonan la cantidad pedida sin rechistar.


El negocio se está extiendo a medida que la actual crisis económica ahoga a más gente. Es una forma fácil de conseguir unos miles de dólares y tiene poco riesgo: las penas impuestas en caso de que los cojan no tienen nada que ver con las que sufrirían si los secuestrados fuesen personas.
La crueldad humana no tiene límites.

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