miércoles, 3 de diciembre de 2008

Negligencia en el Ministerio del Interior

Hace tan solo una semana, hablábamos en este mismo blog de la celebración, el día anterior, del día de la mujer maltratada. En el post hacíamos mención a la peligrosidad de los maltratadores (muchos de ellos con desequilibrios psicológicos, dependientes de las drogas y con problemas de alcoholismo) y reflejábamos el drama que soportan las pobres mujeres que tienen la desgracia de padecer esta lacra.


Las maltratadas por la violencia machista viven amenazadas diariamente; su integridad física y psíquica pende del hilo de los caprichos del cobarde maltratador de turno y, además, tienen que sufrir sus desgracias en silencio ante la indiferencia de la sociedad que las rodea (tan solo un 2% de la sociedad considera el maltrato un problema grave). Su único apoyo estaba en los organismos oficiales y muchas de ellas empezaban a perder el miedo a denunciar a sus parejas ante la policía.
Decimos “empezaban” porque los últimos hechos acaecidos van a suponer un serio revés que perjudicará esta positiva tendencia que se estaba produciendo.

Este último fin de semana, dos despreciables maltratadores (quien sabe si animados por la publicidad que se le dio al tema la semana pasada) hicieron de las suyas. Dos mujeres, una de Valencia y la otra de Pontevedra, han dejado de tener miedo por lo que les pudiera pasar. Sus maltratadores han pasado a engrosar la larga lista de asesinos.
Ambos casos son igualmente dramáticos, pero el acaecido en Pontevedra tendrá, me temo, consecuencias muy graves.

El preso Maximino Couto, encarcelado por las denuncias de malos tratos por parte de su pareja, salió de la cárcel con un permiso de fin de semana (¿por qué disfrutan de permisos?). Para evitar que se acercara a la pobre mujer, el preso tenía instalado un sistema de seguimiento por GPS en una pulsera. Este sistema permite, mediante monitorización por parte de la policía, que el agresor no se aproxime a la vivienda en que habita su pareja. En caso de hacerlo, saltan las alarmas y la policía se persona rápidamente en el lugar para evitar una agresión. Las mujeres se sienten, de esta forma, mucho más seguras.
Sin embargo, el bárbaro asesino se quitó el dispositivo, llegó a la vivienda y asesinó a la mujer sin que la policía interviniese. ¿Cómo pudo suceder?


En un primer momento se insinuó que había fallado el sistema GPS. Pero, poco a poco, van saliendo a la luz detalles sobre el caso que nos llenan de asombro y estupor.
Ayer mismo, el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, admitía que había sido un error del funcionario que debía seguir el “rastro” del preso. Según el ministro, el fallo había consistido en que el funcionario no había visto la señal de aviso o que no se encontraba en su puesto de trabajo en aquel momento. ¡Increíble!
El pasado sábado, día en que ocurrieron los hechos, la Unidad Central de Vigilancia Electrónica (UCVE) sólo tenía que controlar los sistemas GPS de localización de cuatro personas en toda España. ¿Cómo no pudieron ver que uno de ellos había roto el localizador? De haberlo visto, habrían avisado inmediatamente al centro penitenciario y estos, a su vez, a las Fuerzas de Seguridad. Como falló el primer eslabón de la cadena, María del Rosario descansa en paz.

Si el caso ya resulta deplorable, el comunicado hecho público hoy por parte del sindicato mayoritario en Instituciones Penitenciarias (ACAIP) roza el esperpento. Según ellos, el fallo de vigilancia se debió a un error en el sistema informático; después de recibir el mensaje de alarma (a las 16:36), el funcionario quiso comprobar la incidencia, momento en que el sistema informático se quedó “colgado”. En lugar de alertar a la policía en aquel momento, el funcionario se dedicó a reiniciar el sistema tres veces hasta que consiguió encender el ordenador. Entonces intentó rearmar la conexión entre el GPS y la pulsera, pero como sonaron las 18:00 (ojo: hora y media “arreglando” el ordenador y sin llamar a nadie) finalizó el “servicio automático” de seguimiento del interno, ya que concluía su permiso carcelario (sin saber si había vuelto a la cárcel o no) y el funcionario se limitó a anotar la incidencia en la ficha del preso. Para entonces, la mujer ya había muerto.


El sindicato asegura que ya han denunciado en repetidas ocasiones que los equipos informáticos no han funcionado nunca correctamente y que la mitad de los funcionarios encargados de la sección carecen de formación específica sobre el uso del sistema. También denuncian una absoluta dejadez en la gestión del servicio por parte de sus responsables.
Elijan ustedes cual es la versión correcta, pero bajo mi punto de vista, todo se resume en una palabra: negligencia.
¿Han visto la publicidad en la que se les dice a las maltratadas que la única forma de acabar con su tragedia es denunciando a su agresor?
Estoy seguro que muchas de ellas, una vez comprobada la forma en que las protegen después de la denuncia, se abstendrán de hacerlo.
María del Rosario tuvo la desgracia de cruzarse un día en el camino de un asesino, Maximino. Ese es el único culpable. Pero las Fuerzas de Seguridad tienen que protegernos de ellos y, en esta ocasión, han fallado estrepitosamente.

Una cuestión más. El señor Rubalcaba, como máximo responsable del Ministerio del Interior, ¿piensa asumir sus responsabilidades y dimitir? Sería una buena forma (quizá la única) de demostrar a las maltratadas que las cosas, a partir de ahora, se van a hacer de la manera adecuada.

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