viernes, 28 de noviembre de 2008

Campeones salidos de los barrios bajos


No hay ninguna duda de que la práctica del deporte entre la juventud es sumamente beneficiosa. Entre otros, fomenta el desarrollo físico y mental del niño, el compañerismo, el afán de superación y la competitividad que, bien entendida, también resulta primordial para su formación personal.
Cuando hablamos de deporte siempre se nos va la mente hacia la faceta profesional del mismo. Lo primero que pensamos es en el dinero que ganan, en la vida lujosa que llevan, en las campañas publicitarias que realizan, en el divismo que les envuelve... y en el poco rendimiento que ofrecen cuando saltan al campo de juego.
Pero eso no es deporte. Eso es simplemente espectáculo y por eso es seguido en todo el mundo.
Centrándonos en el fútbol, si quieren ver deporte de verdad, acudan a ver un partido de aficionados o uno en el que participen niños. Ahí es donde se pueden ver los valores que les comentaba al principio: compañerismo, sacrificio, superación, solidaridad, competitividad...

Hoy nos llega una hermosa noticia relacionada con el fútbol que es un buen ejemplo de todo esto que les estoy contando. Hace 21 años, en Nairobi capital de Kenia, se formó un peculiar equipo de fútbol, el Mathare United.


Ese barrio de la ciudad, Mathare, es una zona donde reinan la pobreza, la criminalidad, la drogadicción y el alcoholismo. El desempleo y el SIDA son altos y las favelas y otras construcciones sociales están repletas de madres solteras que cuidan de sus numerosos hijos.
En medio de todo este caos, surgió este club con el único objetivo de apartar a esos niños pobres de las calles para que, a través del fútbol, se estabilizasen y encontrasen una meta para su vida.
Y no les ha ido mal. Esta semana, después de diez años de existencia profesional, el Mathare United ha ganado la liga de fútbol de Kenia, lo que le permitirá, al año próximo, jugar la Liga de Campeones africana.


A pesar del triunfo, a sus jugadores no se les ha subido el éxito a la cabeza. Allí no se lleva lo de los coches deportivos ni las grandes mansiones ni las fiestas sociales. Ellos, como han hecho hasta ahora, continuarán dedicando 60 horas semanales al trabajo social; los jugadores de base del club seguirán recogiendo basura de las calles y los del equipo profesional instruyendo a los habitantes del barrio sobre la protección contra el SIDA. Porque no es lo mismo que una enfermera hable sobre las ventajas del preservativo a que lo haga un ídolo futbolístico.


A estos futbolistas no se les olvida que un día ellos fueron “chavales de la calle”.
Para estas cuestiones debería servir el deporte profesional. Ya sé que tiene menos “glamour”, pero...

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