miércoles, 3 de septiembre de 2008

Sentencias a favor de la mujer trabajadora



Dos sentencias judiciales tuvieron lugar justo antes del mes de agosto, en un periodo de tiempo en el que los españoles solemos informarnos poco sobre los hechos que ocurren a nivel nacional y estamos pensando más en nuestro merecido descanso que en otras cuestiones más “triviales”. Parece como si hubiesen querido esconder las sentencias. Desde luego que si fue por eso, por mal camino vamos.
Las dos sentencias en cuestión tenían que ver con los derechos de las mujeres trabajadoras y, en ambos casos, la resolución fue favorable a las empleadas.

En el primero de los casos se juzgaba el derecho de una mujer, que trabaja en unos grandes almacenes como cajera, a poder trabajar siempre con el mismo horario. Sabido es que los trabajadores de las grandes superficies cambian constantemente de turnos de trabajo. Pues bien, la mujer denunciante quería tener siempre el mismo horario de trabajo para así amoldarlo a sus obligaciones como madre y poder cuidar de su hijo, sin tener que depender de nadie más.
La sentencia le ha sido favorable y obliga a los grandes almacenes a respetarle siempre el mismo horario.


Sentencias de este tipo son necesarias si queremos que se compaginen la vida laboral de las mujeres con su vida familiar. Y las consecuencias no son nada gravosas para la empresa: la mujer va a trabajar las mismas horas y simplemente tienen que amoldar los horarios del resto de trabajadores. Lo malo será cuando vayan aumentando el número de trabajadoras y trabajadores que, por diversas circunstancias personales, quieran tener un horario “especial”. Podemos llegar al punto en que los derechos de unos trabajadores choquen con los derechos de los otros. Considero que igual de importante es cuidar a un hijo pequeño como a una persona impedida que esté a nuestro cargo o a una persona mayor que no se pueda valer por si misma. Entonces, ¿a quién se le respetará el horario?

La otra sentencia es, a mi juicio, mucho más conflictiva y sus consecuencias creo que las vamos a padecer durante mucho tiempo a pesar de que, en un principio, parece un triunfo de las trabajadoras.

El caso no es nuevo, una mujer es despedida mientras está en periodo de gestación y, tras la denuncia, el juez falla a su favor y ordena a la empresa que la readmita en su mismo puesto de trabajo. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, en esta ocasión, la empresa alegaba que la mujer, en el momento del despido, no les había informado de que estaba embarazada. El juez ha dictado que no es imprescindible que la mujer les informe que está embarazada para que el despido sea improcedente.


Repito que la sentencia me parece conflictiva porque, aunque me alegro por la mujer, creo que la empresa queda en la indefensión más absoluta.
No nos gusta que despidan a nadie, pero en el caso de tener que hacerlo, a partir de ahora ¿se atreverán a despedir a una mujer que esté en edad de procrear? ¿Tendrán miedo a que esté embarazada y no se lo quiera decir? ¿Despedirán a otra mujer, que ya sea mayor, en su lugar? Y lo más importante, ¿se atreverán los empresarios a contratar a mujeres jóvenes a sabiendas que, a la mínima que éstas actúen de mala fe, no podrán despedirlas hasta pasados muchos años?

No obstante, la pregunta fundamental que nos debemos hacer es porque, en el momento del despido, el juez considera que las mujeres no tienen obligación de avisar que están embarazadas. Si la ley defiende a las mujeres que están en periodo de gestación (y no a las demás) ante los despidos ¿porqué no avisar a los empresarios de que van a cometer un delito?
Aunque las comparaciones son odiosas, si cuando entro a un hospital no aviso de que soy alérgico a la penicilina, aunque me lo pregunten, cuando me la inyecten y me dé un patatús, difícilmente les podré denunciar de negligencia médica.

Hay que preservar los derechos de las mujeres trabajadoras, durante tanto tiempo pisoteados, pero con estas acciones, lo único que se conseguirá es ampliar la brecha existente entre los hombres y las mujeres en el ámbito laboral.
Queriendo beneficiarlas, seguramente las están perjudicando.

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