miércoles, 28 de mayo de 2008

La chica de la burbuja


¿Se acuerdan de aquella película que protagonizaba John Travolta a finales de los setenta en la que un joven tenía que pasarse toda su vida en una habitación aislada? Tenía una rara enfermedad que no le dejaba respirar el mismo aire que el resto de las personas por el riesgo de contraer cualquier enfermedad, que en su caso, resultaría mortal. Aquello era ficción, pero ese tipo de enfermedades existen en la vida real.
A través de elmundo.es nos enteramos del caso de una joven valenciana, Elvira Roda, que lleva tres años aislada por culpa de padecer una extraña enfermedad, SQM, Sensibilidad Química Múltiple.
Al respirar cualquier producto químico, Elvira padece fotofobia, taquicardias, sequedad glandular, fibromialgia, espasmos pulmonares y estragos en los sistemas inmunológico y digestivo. Pero no se crean que ese producto químico tiene que ser alguno de los extremadamente peligrosos que existen; simplemente con beber de una botella de plástico, olfatear una colonia cualquiera, un bote de pintura o de ketchup o darle un beso a alguien recién salido de la ducha ya tiene suficiente para desarrollar los síntomas.

Nuestra amiga era una persona normal hasta el año 2005. Con su flamante carrera de ingeniero industrial, gozaba de becas para trabajar en distintas empresas de la región y echaba una mano a su padre en el estudio de ingeniería que posee. Pero, poco a poco, su vida cambió radicalmente. A resultas de los primeros síntomas se tuvo que recluir en casa abandonando su trabajo, su novio desapareció y dejó de tratar con sus amigas.
En el año 2007 encontraron un remedio a sus problemas cuando ella ya no daba para más. Gracias a un contacto y en un avión particular, voló hasta Estados Unidos, a Dallas concretamente, donde existe el único centro en el mundo (el Centro de Salud Ambiental) que trata su enfermedad. Ocho meses después de intensos tratamientos y aunque la enfermedad es crónica, Elvira a mejorado y le han dado el alta.
A partir de ahora vivirá en un apartamento en la playa que han tenido que adaptar a sus circunstancias: pintura ecológica, ventanas con doble acristalamiento y que no produzcan óxido, persianas que no dejen pasar la luz, depuradoras de agua, cocina sin gases y ducha en vez de bañera donde poder darse los baños con bicarbonato. Un dineral para una familia a la que la enfermedad de la hija ya ha dejado sin recursos (cada mes en la clínica cuesta 15.000 euros).

Pero no es seguro que Elvira vuelva. Para ella, el aire que todos respiramos puede resultar mortal. Por lo tanto, no puede desplazarse en los aviones normales sino en uno privado y la broma cuesta 80.000 euros, cantidad que la familia no tiene. Si vuelve en un vuelo regular, todo lo que ha avanzado en estos meses se habrá perdido.
Han acudido a los organismos oficiales, pero ¡sorpresa! ninguno quiere hacerse cargo del desplazamiento. Desde el Ministerio de Asuntos Exteriores se han puesto en contacto con el consulado español en Houston para conseguir una ayuda, pero nada. Y desde la Generalitat Valenciana dicen que se harán cargo del tratamiento posterior, pero que del viaje ni hablar.

Nuestra compatriota ha hecho amistad con una italiana que sufre su misma enfermedad. Ha recibido el mismo tratamiento y la única diferencia es que Italia si se ha hecho cargo del viaje de regreso.
Nos enorgullecemos de vivir en un país considerado “rico”. Podríamos poner mil ejemplos del uso de aviones oficiales por parte de nuestros dirigentes, en algunas ocasiones “no del todo claras”, pero hoy no vamos a entrar en esos temas escabrosos. Envíen un avión oficial a por esta joven y dejen de buscar competencias y responsabilidades. Elvira se lo agradecerá y los ciudadanos nos sentiremos más seguros al ver que nuestro estado apoya a sus compatriotas.

Al final de la película, Travolta se salvaba y vivía feliz. Esperemos que a nuestra joven valenciana le ocurra lo mismo.

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